Somos la Iglesia Catolica

IGLESIA CATOLICA

BIENVENIDOS!!!

Significado:

IGLESIA=Del griego εκκλεσια ekklesia (ecclesia), los autores del N. Testamento designan a la sociedad fundada por Jesucristo

CATOLICA= El término «católico» proviene del griego καθολικός (katholikós), que significa universal.

¿Cómo Sabemos que la Iglesia Católica es la Iglesia que Jesucristo Fundó?

Sabemos por la Promesa de Perpetuidad hecha por la Verdad Misma (Juan 14:6), Jesucristo.
Sabemos que Él fundó solamente Una Iglesia, como lo dijo en Mateo 16:18.
Sabemos que Él prometió que Su Iglesia sería fundada desde dentro y desde fuera. "Y las puertas del infierno NO prevalecerán contra ella." Mateo 16:18
Sabemos porque Él prometió estar con Su Iglesia hasta el fin del mundo, en Mateo 28:20
Sabemos porque Él prometió que no nos dejaría huérfanos, en Juan 14:18.
Sabemos porque Él prometió que el Espíritu de Verdad habitaría en ella por siempre, en Juan 14:16.
Sabemos porque San Pablo prometió que la Iglesia estaría con nosotros por siempre. Efesios 3:21.

Invitación al Camino, la Verdad y la Vida:
La Iglesia de Cristo(Mt16,18) defiende la Vida, la Familia, los Valores y su Doctrina. Se exponen Testimonios, temas de Bioetica, Provida, Conversiones y Apologetica.

"Sean Santos, como Yo el Señor, su Dios, es Santo" Lc 19,2

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domingo, 18 de julio de 2010

Simples reflexiones acerca del noviazgo

Se dice que un hombre y una mujer son "novios" cuando mantienen una relación amorosa con vistas a casarse. Se llama "noviazgo" al período durante el cual ambas personas son novios o bien a su misma relación durante ese período.

Dado que el noviazgo está ordenado a un posible matrimonio (más o menos probable), para comprender qué es el noviazgo hay que comprender qué es el matrimonio. La doctrina católica sobre el matrimonio enseña que éste es una comunidad íntima de vida y de amor que tiene como fines naturales el bien integral de los cónyuges y la generación y educación de los hijos. Aquí no podemos desarrollar esa doctrina, que supondremos conocida. No obstante diremos que el Creador ha conferido una alta dignidad a la alianza matrimonial y que Jesucristo ha elevado dicha dignidad mucho más aún, al establecer al matrimonio como uno de los siete sacramentos de su Iglesia.

Considerando las características del matrimonio cristiano, es evidente que éste necesita una preparación previa. El noviazgo es precisamente esa preparación. Debe tener una duración adecuada, a fin de que los novios puedan conocerse mutuamente lo suficiente para decidir responsablemente si se casarán o no y para prepararse para la futura convivencia. Tanto un noviazgo demasiado corto como uno demasiado largo pueden dar lugar a graves problemas, por lo cual deberían evitarse.

Algunas parejas de novios rompen su noviazgo sin llegar a casarse, mientras que otras llegan al matrimonio. Usualmente en esta última clase de noviazgos podemos distinguir dos fases: Una primera fase en la cual los novios todavía no han decidido casarse y una segunda fase en la cual ellos ya han tomado esa decisión. Se dice entonces que están "comprometidos". Es importante que ambas fases tengan una duración adecuada.

El noviazgo debe ser una relación seria, no un simple juego amoroso. En un verdadero noviazgo existe de parte de ambos novios una apertura al matrimonio, al menos como posibilidad. Si esa posibilidad se excluye o ni siquiera se toma en cuenta, no hay noviazgo. Dos concubinos que han decidido no casarse nunca, no son novios. Tampoco son novios dos adolescentes que salen juntos sólo para divertirse y no tienen ninguna voluntad de explorar siquiera la posibilidad de construir una relación duradera.

Por esto, al igual que el matrimonio, también el noviazgo requiere una edad mínima, que varía según las circunstancias. En todo caso, no podemos sino deplorar la costumbre, que se va extendiendo, de permitir a los niños tener "novias" (y viceversa) o, peor aún, de incentivarlos a ello. Es obvio que se trata de un juego, pero es un juego que puede dar más adelante frutos amargos.

A diferencia del matrimonio, el noviazgo no es indisoluble; no obstante, existe una analogía y una relación entre la unidad del matrimonio y la unidad del noviazgo. En un momento dado un hombre no puede tener más de una novia, ni una mujer más de un novio. También el deber de fidelidad matrimonial se corresponde analógicamente (es decir, con semejanzas y desemejanzas) con el deber de fidelidad en el noviazgo.

En nuestros tiempos postmodernos -y de crisis del matrimonio y de la familia- se han oscurecido bastante estos simples conceptos. Nuestro mismo lenguaje refleja la confusión reinante. A menudo los jóvenes mantienen relaciones amorosas más o menos prolongadas sin saber siquiera si definirse y presentarse como novios (se habla a veces de "amigovios", palabra tan fea como confusa). Además con frecuencia un mismo joven mantiene simultáneamente varias relaciones ambiguas de este tipo.

Al decir esto no pretendemos negar que también el noviazgo (como el matrimonio) requiere de contactos y encuentros humanos previos. Estos contactos previos no necesariamente deben tener lugar con una sola persona y estar deliberadamente ordenados a un posible noviazgo. Pero la prolongación excesiva de esta fase de "prenoviazgo" y sus manifestaciones ambiguas, sin avances claros hacia un verdadero noviazgo, puede llegar a ser muy dañina.

El noviazgo es sólo una preparación para el matrimonio; no es todavía matrimonio. Ésta es la razón por la cual los novios no deben tener relaciones sexuales. Éstas son un signo corporal de una donación mutua total que todavía no ha tenido lugar y que quizás no existirá jamás. De ahí que ellas sean, en el mejor de los casos, un grave error o, en el peor, una horrible mentira. Además, la relación sexual está esencialmente abierta a la procreación, por lo cual implica una probabilidad (mayor o menor según los casos) de engendrar un hijo. Dado que los hijos tienen derecho a nacer en una familia bien constituida, las mal llamadas "relaciones sexuales prematrimoniales" implican siempre una grave falta de responsabilidad y de respeto hacia los posibles hijos.

En el centro del noviazgo y del matrimonio cristianos no se halla el placer ni la utilidad sino el amor, por lo cual los novios y los esposos cristianos deben procurar crecer siempre en la donación mutua, según la santa y sabia voluntad de Dios.

Daniel Iglesias Grèzes

El sacramento del Matrimonio en el catecismo de la Iglesia Católica

ARTÍCULO 7
EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

1601 "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados" (CIC, can. 1055,1)

I El matrimonio en el plan de Dios
1602 La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26- 27) y se cierra con la visión de las "bodas del Cordero" (Ap 19,7.9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su "misterio", de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación "en el Señor" (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf Ef 5,31-32).

El matrimonio en el orden de la creación
1603 "La íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista de leyes propias, se establece sobre la alianza del matrimonio... un vínculo sagrado... no depende del arbitrio humano. El mismo Dios es el autor del matrimonio" (GS 48,1). La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanente. A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad (cf GS 47,2), existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. "La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar" (GS 47,1).

1604 Dios que ha creado al hombre por amor lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,2), que es Amor (cf 1 Jn 4,8.16). Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (cf Gn 1,31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. "Y los bendijo Dios y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla'" (Gn 1,28).

1605 La Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: "No es bueno que el hombre esté solo". La mujer, "carne de su carne", su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como una "auxilio", representando así a Dios que es nuestro "auxilio" (cf Sal 121,2). "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (cf Gn 2,18-25). Que esto significa una unión indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue "en el principio", el plan del Creador: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6).

El matrimonio bajo la esclavitud del pecado
1606 Todo hombre, tanto en su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Esta experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la mujer. En todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Este desorden puede manifestarse de manera más o menos aguda, y puede ser más o menos superado, según las culturas, las épocas, los individuos, pero siempre aparece como algo de carácter universal.

1607 Según la fe, este desorden que constatamos dolorosamente, no se origina en la naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus relaciones, sino en el pecado. El primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera la ruptura de la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan distorsionadas por agravios recíprocos (cf Gn 3,12); su atractivo mutuo, don propio del creador (cf Gn 2,22), se cambia en relaciones de dominio y de concupiscencia (cf Gn 3,16b); la hermosa vocación del hombre y de la mujer de ser fecundos, de multiplicarse y someter la tierra (cf Gn 1,28) queda sometida a los dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan (cf Gn 3,16-19).

1608 Sin embargo, el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado (cf Gn 3,21). Sin esta ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó "al comienzo".

El matrimonio bajo la pedagogía de la antigua Ley
1609 En su misericordia, Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son consecuencia del pecado, "los dolores del parto" (Gn 3,16), el trabajo "con el sudor de tu frente" (Gn 3,19), constituyen también remedios que limitan los daños del pecado. Tras la caída, el matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre s í mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la ayuda mutua, al don de sí.

1610 La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se desarrolló bajo la pedagogía de la Ley antigua. La poligamia de los patriarcas y de los reyes no es todavía prohibida de una manera explícita. No obstante, la Ley dada por Moisés se orienta a proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del hombre, aunque ella lleve también, según la palabra del Señor, las huellas de "la dureza del corazón" de la persona humana, razón por la cual Moisés permitió el repudio de la mujer (cf Mt 19,8; Dt 24,1).

1611 Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel (cf Os 1-3; Is 54.62; Jr 2-3. 31; Ez 16,62;23), los profetas fueron preparando la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio (cf Mal 2,13-17). Los libros de Rut y de Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que éste es reflejo del amor de Dios, amor "fuerte como la muerte" que "las grandes aguas no pueden anegar" (Ct 8,6-7).

El matrimonio en el Señor

1612 La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel había preparado la nueva y eterna alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por él (cf. GS 22), preparando así "las bodas del cordero" (Ap 19,7.9).

1613 En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo -a petición de su Madre- con ocasión de un banquete de boda (cf Jn 2,1-11). La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.

1614 En su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del corazón (cf Mt 19,8); la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció: "lo que Dios unió, que no lo separe el hombre" (Mt 19,6).

1615 Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable (cf Mt 19,10). Sin embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada (cf Mt 11,29-30), más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a s í mismos, tomando sobre s í sus cruces (cf Mt 8,34), los esposos podrán "comprender" (cf Mt 19,11) el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.

1616 Es lo que el apóstol Pablo da a entender diciendo: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla" (Ef 5,25-26), y añadiendo enseguida: "`Por es o dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne'. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia" (Ef 5,31-32).

1617 Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia. Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Es, por así decirlo, como el baño de bodas (cf Ef 5,26-27) que precede al banquete de bodas, la Eucaristía. El Matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (cf DS 1800; CIC, can. 1055,2).

La virginidad por el Reino de Dios
1618 Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con El ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (cf Lc 14,26; Mc 10,28-31). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (cf Ap 14,4), para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (cf 1 Co 7,32), para ir al encuentro del Esposo que viene (cf Mt 25,6). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que El es el modelo:

Hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda (Mt 19,12).

1619 La virginidad por el Reino de los Cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de este mundo (cf 1 Co 7,31; Mc 12,25).

1620 Estas dos realidades, el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios, vienen del Señor mismo. Es él quien les da sentido y les concede la gracia indispensable para vivirlos conforme a su voluntad (cf Mt 19,3-12). La estima de la virginidad por el Reino (cf LG 42; PC 12; OT 10) y el sentido cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente:

Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad... (S. Juan Crisóstomo, virg. 10,1; cf FC, 16).

II La celebración del Matrimonio
1621 En el rito latino, la celebración del matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente dentro de la Santa Misa, en virtud del vínculo que tienen todos los sacramentos con el Misterio Pascual de Cristo (cf SC 61). En la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió para siempre a la Iglesia, su esposa amada por la que se entregó (cf LG 6). Es, pues, conveniente que los esposos sellen su consentimiento en darse el uno al otro mediante la ofrenda de sus propias vidas, uniéndose a la ofrenda de Cristo por su Iglesia, hecha presente en el sacrificio eucarístico, y recibiendo la Eucaristía, para que, comulgando en el mismo Cuerpo y en la misma Sangre de Cristo, "formen un solo cuerpo" en Cristo (cf 1 Co 10,17).

1622 "En cuanto gesto sacramental de santificación, la celebración del matrimonio...debe ser por sí misma válida, digna y fructuosa" (FC 67). Por tanto, conviene que los futuros esposos se dispongan a la celebración de su matrimonio recibiendo el sacramento de la penitencia.

1623 Según la tradición latina, los esposos, como ministros de la gracia de Cristo, manifestando su consentimiento ante la Iglesia, se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio. En las tradiciones de las Iglesias orientales, los sacerdotes -Obispos o presbíteros- son testigos del recíproco consentimiento expresado por los esposos (cf. CCEO, can. 817), pero también su bendición es necesaria para la validez del sacramento (cf CCEO, can. 828).

1624 Las diversas liturgias son ricas en oraciones de bendición y de epíclesis pidiendo a Dios su gracia y la bendición sobre la nueva pareja, especialmente sobre la esposa. En la epíclesis de este sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo como Comunión de amor de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,32). El Espíritu Santo es el sello de la alianza de los esposos, la fuente siempre generosa de su amor, la fuerza con que se renovará su fidelidad.

III El consentimiento matrimonial
1625 Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. "Ser libre" quiere decir:

- no obrar por coacción;

- no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.

1626 La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable "que hace el matrimonio" (CIC, can. 1057,1). Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.

1627 El consentimiento consiste en "un acto humano, por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente" (GS 48,1; cf CIC, can. 1057,2): "Yo te recibo como esposa" - "Yo te recibo como esposo" (OcM 45). Este consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su plenitud en el hecho de que los dos "vienen a ser una sola carne" (cf Gn 2,24; Mc 10,8; Ef 5,31).

1628 El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo (cf CIC, can. 1103). Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento (CIC, can. 1057, 1). Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido.

1629 Por esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio; cf. CIC, can. 1095-1107), la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal eclesiástico competente, puede declarar "la nulidad del matrimonio", es decir, que el matrimonio no ha existido. En este caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las obligaciones naturales nacidas de una unión precedente precedente (cf CIC, can. 1071).

1630 El sacerdote ( o el diácono) que asiste a la celebraci ón del matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia. La presencia del ministro de la Iglesia (y también de los testigos) expresa visiblemente que el matrimonio es una realidad eclesial.

1631 Por esta razón, la Iglesia exige ordinariamente para sus fieles la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio (cf Cc. de Trento: DS 1813-1816; CIC, can. 1108). Varias razones concurren para explicar esta determinación:

- El matrimonio sacramental es un acto litúrgico. Por tanto, es conveniente que sea celebrado en la liturgia pública de la Iglesia.

- El matrimonio introduce en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia entre los esposos y para con los hijos.

- Por ser el matrimonio un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahí la obligación de tener testigos).

- El carácter público del consentimiento protege el "Sí" una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él.

1632 Para que el "Sí" de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos sólidos y estables, la preparación para el matrimonio es de primera importancia:

El ejemplo y la enseñanza dados por los padres y por las familias son el camino privilegiado de esta preparación.

El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como "familia de Dios" es indispensable para la transmisión de los valores humanos y cristianos del matrimonio y de la familia (cf. CIC, can. 1063), y esto con mayor razón en nuestra época en la que muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos que ya no aseguran suficientemente esta iniciación:

Los jóvenes deben ser instruidos adecuada y oportunamente sobre la dignidad, dignidad , tareas y ejercicio del amor conyugal, sobre todo en el seno de la misma familia, para que, educados en el cultivo de la castidad, puedan pasar, a la edad conveniente, de un honesto noviazgo vivido al matrimonio (GS 49,3).

Matrimonios mixtos y disparidad de culto

1633 En numerosos países, la situación del matrimonio mixto (entre católico y bautizado no católico) se presenta con bastante frecuencia. Exige una atención particular de los cónyuges y de los pastores. El caso de matrimonios con disparidad de culto (entre católico y no bautizado) exige una aún mayor atención.

1634 La diferencia de confesión entre los cónyuges no constituye un obstáculo insuperable para el matrimonio, cuando llegan a poner en común lo que cada uno de ellos ha recibido en su comunidad, y a aprender el uno del otro el modo como cada uno vive su fidelidad a Cristo. Pero las dificultades de los matrimonios mixtos no deben tampoco ser subestimadas. Se deben al hecho de que la separación de los cristianos no se ha superado todavía. Los esposos corren el peligro de vivir en el seno de su hogar el drama de la desunión de los cristianos. La disparidad de culto puede agravar aún más estas dificultades. Divergencias en la fe, en la concepción misma del matrimonio, pero también mentalidades religiosas distintas pueden constituir una fuente de tensiones en el matrimonio, principalmente a propósito de la educación de los hijos. Una tentación que puede presentarse entonces es la indiferencia religiosa.

1635 Según el derecho vigente en la Iglesia latina, un matrimonio mixto necesita, para su licitud, el permiso expreso de la autoridad eclesiástica (cf CIC, can. 1124). En caso de disparidad de culto se requiere una dispensa expresa del impedimento para la validez del matrimonio (cf CIC, can. 1086). Este permiso o esta dispensa supone que ambas partes conozcan y no excluyan los fines y las propiedades esenciales del matrimonio; además, que la parte católica confirme los compromisos -también haciéndolos conocer a la parte no católica- de conservar la propia fe y de asegurar el Bautismo y la educación de los hijos en la Iglesia Católica (cf CIC, can. 1125).

1636 En muchas regiones, gracias al diálogo ecuménico, las comunidades cristianas interesadas han podido llevar a cabo una pastoral común para los matrimonios mixtos. Su objetivo es ayudar a estas parejas a vivir su situación particular a la luz de la fe. Debe también ayudarles a superar las tensiones entre las obligaciones de los cónyuges, el uno con el otro, y con sus comunidades eclesiales. Debe alentar el desarrollo de lo que les es común en la fe, y el respeto de lo que los separa.

1637 En los matrimonios con disparidad de culto, el esposo católico tiene una tarea particular: "Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente" ( 1 Co 7,14). Es un gran gozo para el cónyuge cristiano y para la Iglesia el que esta "santificación" conduzca a la conversión libre del otro cónyuge a la fe cristiana (cf. 1 Co 7,16). El amor conyugal sincero, la práctica humilde y paciente de las virtudes familiares, y la oración perseverante pueden preparar al cónyuge no creyente a recibir la gracia de la conversión.

IV Los efectos del sacramento del Matrimonio
1638 "Del matrimonio válido se origina entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo por su misma naturaleza; además, en el matrimonio cristiano los cónyuges son fortalecidos y quedan como consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la dignidad de su estado" (CIC, can. 1134).

El vínculo matrimonial
1639 El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (cf Mc 10,9). De su alianza "nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad" (GS 48,1). La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: "el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino" (GS 48,2).

1640 Por tanto, el vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás. Este vínculo que resulta del acto humano libre de los esposos y de la consumación del matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada por la fidelidad de Dios. La Iglesia no tiene poder para pronunciarse contra esta disposición de la sabiduría divina (cf CIC, can. 1141).

La gracia del sacramento del matrimonio
1641 "En su modo y estado de vida, (los cónyuges cristianos) tienen su carisma propio en el Pueblo de Dios" (LG 11). Esta gracia propia del sacramento del matrimonio está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por medio de esta gracia "se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial conyugal y en la acogida y educación de los hijos" (LG 11; cf LG 41).

1642 Cristo es la fuente de esta gracia. "Pues de la misma manera que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo por una alianza de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos" (GS 48,2). Permanece con ellos, les da la fuerza de segu irle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros (cf Ga 6,2), de estar "sometidos unos a otros en el temor de Cristo" (Ef 5,21) y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar les da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero:

¿De dónde voy a sacar la fuerza para describir de manera satisfactoria la dicha del matrimonio que celebra la Iglesia, que confirma la ofrenda, que sella la bendición? Los ángeles lo proclaman, el Padre celestial lo ratifica...¡Qué matrimonio el de dos cristianos, unidos por una sola esperanza, un solo deseo, una sola disciplina, el mismo servicio! Los dos hijos de un mismo Padre, servidores de un mismo Señor; nada los separa, ni en el espíritu ni en la carne; al contrario, son verdaderamente dos en una sola carne. Donde la carne es una, también es uno el espíritu (Tertuliano, ux. 2,9; cf. FC 13).

V Los bienes y las exigencias del amor conyugal
1643 "El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona -reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad-; mira una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos" (FC 13). Unidad e indisolubilidad del matrimonio

1644 El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6; cf Gn 2,24). "Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total" (FC 19). Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la Eucaristía recibida en común.

1645 "La unidad del matrimonio aparece ampliamente confirmada por la igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor" (GS 49,2). La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo.

La fidelidad del amor conyugal
1646 El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. "Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad" (GS 48,1).

1647 Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo.

1648 Puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano. Por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama con un amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que les conforta y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. Los esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial (cf FC 20).

1649 Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta situación difícil, la mejor solución sería, s i es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble (cf FC; 83; CIC, can. 1151-1155).

1650 Hoy son numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo ("Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio": Mc 10,11-12), que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento de la penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia.

1651 Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de aquellos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados:

Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios (FC 84).

La apertura a la fecundidad
1652 "Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación" (GS 48,1):

Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: "No es bueno que el hombre esté solo (Gn 2,18), y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer" (Mt 19,4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: "Creced y multiplicaos" (Gn 1,28). De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más (GS 50,1).

1653 La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos (cf. GE 3). En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida (cf FC 28).

1654 Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.

VI La iglesia doméstica
1655 Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la "familia de Dios". Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, "con toda su casa", habían llegado a ser creyentes (cf Hch 18,8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase "toda su casa" (cf Hch 16,31 y 11,14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente.

1656 En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, "Ecclesia domestica" (LG 11; cf. FC 21). En el seno de la familia, "los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada" (LG 11).

1657 Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras" (LG 10). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo" (GS 52,1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.

1658 Es preciso recordar asimismo a un gran número de personas que permanecen solteras a causa de las concretas condiciones en que deben vivir, a menudo sin haberlo querido ellas mismas. Estas personas se encuentran particularmente cercanas al corazón de Jesús; y, por ello, merecen afecto y solicitud diligentes de la Iglesia, particularmente de sus pastores. Muchas de ellas viven sin familia humana, con frecuencia a causa de condiciones de pobreza. Hay quienes viven su situación según el espíritu de las bienaventuranzas sirviendo a Dios y al prójimo de manera ejemplar. A todas ellas es preciso abrirles las puertas de los hogares, "iglesias domésticas" y las puertas de la gran familia que es la Iglesia. "Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia de todos, especialmente para cuantos están `fatigados y agobiados' (Mt 11,28)" (FC 85).

Resumen

1659 S. Pablo dice: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia...Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia" (Ef 5,25.32).

1660 La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento (cf. GS 48,1; CIC, can. 1055,1).

1661 El sacramento del matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna (cf. Cc. de Trento: DS 1799).

1662 El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo.

1663 Dado que el matrimonio establece a los cónyuges en un estado público de vida en la Iglesia, la celebración del mismo se hace ordinariamente de modo público, en el marco de una celebración litúrgica, ante el sacerdote (o el testigo cualificado de la Iglesia), los testigos y la asamblea de los fieles.

1664 La unidad, la indisolubilidad, y la apertura a la fecundidad son esenciales al matrimonio. La poligamia es incompatible con la unidad del matrimonio; el divorcio separa lo que Dios ha unido; el rechazo de la fecundidad priva la vida conyugal de su "don más excelente", el hijo (GS 50,1).

1665 Contraer un nuevo matrimonio por parte de los divorciados mientras viven sus cónyuges legítimos contradice el plan y la ley de Dios enseñados por Cristo. Los que viven en esta situación no están separados de la Iglesia pero no pueden acceder a la comunión eucarística. Pueden vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus hijos en la fe.

1666 El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente "Iglesia doméstica", comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana

sábado, 3 de abril de 2010

Via Crucis. Papa: El amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo

vaticanes — April 03, 2010 — El amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo. Lo ha subrayado Benedicto XVI al presidir el Vía Crucis en el Coliseo. Las 14 estaciones, formadas por las meditaciones del cardenal Camillo Ruini, ayudaron a los fieles presentes y a los que se conectaron por radio y televisión a comprender la inmensa lección de amor que Dios nos ha dado en la Cruz. Precisametne en aquella madera está la fuente de la gracia, de la liberación, de la paz, de la salvación. Esta noche hemos contemplado a Jesús en su rostro lleno de dolor, increpado, ultrajado, desconfigurado por el pecado del hombre dijo el Papa-, y mañana por la noche contemplaremos su rostro lleno de alegría, radiante y luminoso.

viernes, 2 de abril de 2010

Papa: la vida es eterna sólo si estamos en relación con Dios

vaticanes — April 02, 2010 — Sólo la relación con Dios, quien es también la Vida, puede sostener también mi vida más allá de las aguas de la muerte, puede conducirme vivo a través de ellas. El Papa explicó así la vida eterna de la que habla Jesús en su oración sacerdotal, mencionada por San Juan entre los discursos de despedida de la Última Cena. En la celebración de la Santa Misa in Cena Domini, en la basílica de San Juan de Letrán, el Papa Benedicto XVI reflexionó sobre el misterio del Jueves Santo, analizando el texto inagotable de Juan. La vida es relación - explicó el Papa nadie recibe la vida de sí mismo y sólo para sí mismo

jueves, 1 de abril de 2010

Diez mil jóvenes en Ecuador hacen promesa de castidad


QUITO, 01 Abr. 10 / 12:15 am (ACI)

En el Día del Niño por Nacer, las Arquidiócesis de Quito y Cuenca (Ecuador) reunieron a 10 mil jóvenes que se comprometieron a permanecer castos hasta el matrimonio y, una vez contraído, ser fieles hasta la muerte, en una fiesta juvenil en que celebraron la vida y aceptaron el desafío de defenderla desde su concepción hasta la muerte natural.

Según señala Amparo Medina, miembro de Acción Provida (Filial de Vida Humana Internacional), institución organizadora del evento, los miles de jóvenes congregados en el parque El Arbolito (Quito) participaron de un show artístico y escucharon los testimonios "sobre la verdad del negocio de muerte, de la anticoncepción y del aborto, sobre la mentira del preservativo y las consecuencias de una vida en la anticoncepción".

"Los jóvenes pudieron escuchar testimonios de mujeres que en las puertas de un abortuario con la ayuda de voluntarias de Provida, pudieron ver qué es un aborto, recibir ayuda y decirle Sí a la Vida. Los gritos de emoción de los chicos al ver a los bebitos y a sus felices madres, fue un sí a la vida", agrega.

Tras las diferentes presentaciones, los miles de jóvenes realizaron su consagración a vivir castamente hasta el matrimonio y, una vez contraído, permanecer fieles hasta la muerte.

"Volveremos a repetir estos eventos, por la vida de nuestros hijos y de nuestras familias. Por un Ecuador libre del imperio de la muerte, de la anticoncepción y del aborto", concluye la nota.

martes, 30 de marzo de 2010

INSTRUCCION PASTORAL SOBRE LOS MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA SAGRADA COMUNION (Mons. Alejandro Goic)


En nuestra iglesia diocesana existe el servicio de los Ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión: servicio precioso e indispensable, especialmente a los hermanos enfermos.

Me permito presentar esta instrucción con el siguiente esquema:

I.- Eucaristía, centro de la vida de la Iglesia.

II.- Los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión.

1. - Ministros temporales.

2. - Ministros extraordinarios ad actum

III.- Conclusión.


Ruego a todos los sacerdotes seguir estas orientaciones y a los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión tener esta Instrucción consigo para profundizarla y utilizarla, especialmente en la comunión a los hermanos enfermos.



I. EUCARISTIA, CENTRO DE LA VIDA DE LA IGLESIA

El Señor Jesús, "verdadero pan bajado del cielo" (Jn.6, 35), nos ha dejado en el Misterio Eucarístico el Pan de la Vida "para que tengamos vida y la tengamos en abundancia"(Jn.10, 10). Al instituir en la última Cena este admirable sacramento, el Señor nos ordenó comer el pan y beber el cáliz para anunciar así su muerte y resurrección hasta que vuelva(Cf. 1 Cor.11, 26).

El Concilio Vaticano II nos enseña que "no se edifica ninguna comunidad si no tiene como raíz y quicio la celebración de la Sagrada Eucaristía(Presbyterorum Ordinis, 6). La Iglesia hace la Eucaristía, así la Eucaristía construye la Iglesia.

En la Eucaristía nos nutrimos sacramentalmente con los frutos del sacrificio propiciatorio. En la comunión eucarística recibimos pues a Cristo, a Cristo mismo.

Por todo esto, la plena participación en la Eucaristía requiere la comunión sacramental que es parte integrante y vital de la celebración.

Igualmente la Iglesia siempre ha considerado conveniente llevar la comunión a los enfermos, ancianos o impedidos que no pueden hacerse presentes en la celebración.

Quisiera traer a la memoria algunos puntos de mi carta "Celebremos gozosos el encuentro con el Señor". En ella se dice: en la Liturgia, la Iglesia celebra este misterio en el que reconoce y acoge el don gratuito de la salvación, y, por tanto, en el que reconoce su propio origen, su vida y su anuncio: ¡es el Señor!

La Iglesia celebra, y quiere hacerlo en toda la riqueza festiva del término, pues es el encuentro con el Señor Resucitado, es la fiesta del Crucificado que en su resurrección nos da vida. La liturgia es, pues, la celebración festiva de Cristo mismo que celebra con nosotros; es la presencia del Señor Resucitado en su Iglesia la que anima la celebración festiva de la comunidad reunida.

Son muchas las actividades que llenan la vida de la Iglesia: la Liturgia no es nuestra única actividad (S.C.9). Allí está la predicación, la catequesis, la solidaridad con los pobres y marginados, las tareas de promoción y significación de la persona humana, etc. Sin embargo, corno lo ha formulado el Concilio Vaticano II, "la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana su fuerza" (S. C. 10).

Es en la celebración de la fe donde el pueblo convocado por el Señor vive, en modo particular, en el encuentro personal y comunitario con el Dios de la Vida que nos constituye como su pueblo, nos transforma y nos envía. Al mismo tiempo, toda la actividad de la Iglesia se ordena hacia la glorificación de Dios, la cual tiene su expresión en la alabanza de la celebración litúrgica.

La liturgia, como fiesta de los cristianos con Jesucristo, celebra, por tanto su paso liberador en nuestro hoy, en nuestras vidas, en nuestra historia personal y comunitaria; es pues, la celebración festiva con Aquél que "está haciendo nuevas todas las cosas" (Apoc.21, 5).



II. LOS MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA SAGRADA COMUNION

1. - MINISTROS TEMPORALES

Para facilitar más aún el servicio de la Comunión Eucarística está permitido escoger personas idóneas, hombres o mujeres, para que desempeñen por un tiempo determinado este ministerio de distribuir a los fieles el Pan Eucarístico y de llevarlo a los enfermos en sus casas(Cf. Immensae Caritatis, 1).

Las causas que justifican la actuación de un ministro extraordinario de la Sagrada Comunión están señaladas taxativamente en la legislación eclesiástica y son:

a.- Cuando falten el sacerdote, el diácono o el acólito instituido.

b.- Si éstos no pueden distribuir la Sagrada Comunión porque se lo impide otro ministerio pastoral, por enfermedad o por motivo de su avanzada edad.

c.- Si los fieles que desean comulgar son tantos que se prolongaría excesivamente la celebración de la Misa o la distribución de la comunión fuera de la Misa.

d.- Cuando el número de enfermos que deben atender los pastores sea muy numeroso.

La Instrucción Immensae Caritatis indica que el fiel designado ministro extraordinario de la Sagrada Comunión, y debidamente preparado, deberá distinguirse por su vida cristiana, por su fe y buenas costumbres. Se esforzará por ser digno de este nobilísimo encargo, cultivará la devoción a la Sagrada Eucaristía y dará ejemplo a los demás fieles de respeto al Santísimo Sacramento del altar. La edad mínima para ejercer este ministerio será de 30 años cumplidos.

Los candidatos a ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión deben ser presentados por el Párroco respectivo en un número prudente. El Obispo y/o el Vicario General expedirá el certificado que autoriza el desempeño de este servicio, únicamente en la Parroquia para la cual han sido nombrados y por un período de dos años, renovable por una nueva petición del Párroco.

La Vicaria Pastoral a través de los Departamentos de Liturgia y Comunidades se hará responsable de la formación de los candidatos antes de su investidura, según el programa que estos departamentos estimen convenientes. En la Vicaria Pastoral se llevará un libro de registro de los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión en el cual, además del nombre y de la edad, la Parroquia, se consigne la vigencia de la delegación.

Los ministros extraordinarios, cuando por primera vez sean autorizados, serán presentados a la comunidad parroquias e investidos en una acción litúrgico propia, preferentemente dentro de una celebración Eucarística dominical, presidida por el Obispo y/o Vicario General o su delegado.

Los laicos que desempeñan este ministerio extraordinario deben presentarse decorosamente de acuerdo con su condición de seglar.

Ningún religioso(a)por el hecho de su consagración es ministro extraordinario de la Sagrada Comunión.

2. - MINISTROS EXTRAORDINARIOS AD ACTUM

El sacerdote que tenga cargo pastoral en la Diócesis puede solicitar al Obispo y/o Vicario General autorización para nombrar ministros extraordinarios Ad Actum, de tal manera que cuando el número de comulgantes sea muy numeroso o cuando alguna circunstancia(impedimento físico, edad, etc.)lo requiera, pueda pedir, durante la celebración eucarística, la ayuda de un fiel cristiano conocido, de buenas costumbres y aceptación en la comunidad parroquias, para que colabore en ese momento en la distribución de la Sagrada Comunión.

Mientras haya un número suficiente de acólitos instituidos y de ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, cada vez menos se necesitará recurrir a este ministerio ad actum.

Al llamar a este servicio ocasional se dará al elegido la bendición prevista en el Misal Romano(pg. 929). La designación de esta persona idónea se hará en el siguiente orden: Religioso, religiosa, alumno del Seminario Mayor, fiel varón o mujer mayores de 30 años(Cf. Immensae Caritatis IV).

Es importante una intervención pedagógica sobre la forma de recibir la comunión, recordando que hay dos modos: en la boca o en la mano.

Sobre este último modo, es importante que el pueblo cristiano sepa recibir el "Cuerpo de Cristo". Ya en el siglo IV, San Cirilo de Jerusalén exhortaba a los cristianos sobre el modo de recibir la comunión.

"Cuando te acerques, no lo hagas con las manos extendidas o los dedos separados, sino haz con la mano izquierda un trono para la derecha, que ha de recibir al Rey; y luego con la palma de la mano forma como un recipiente, recoge el Cuerpo del Señor y di "Amen'. Enseguida, santifica con todo cuidado tus ojos con el contacto del sagrado Cuerpo y consúmelo..." (Catech. Myst. V. 21).

Recibir el Cuerpo de Cristo en la boca o en la mano es un signo que requiere dignidad, nobleza, respeto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía.



III.-CONCLUSION

Esperamos que la puesta en práctica de la presente Instrucción ayude favorablemente a fomentar el culto al Santísimo Sacramento y facilite a todos la frecuente recepción de este Pan de Vida y que el memorial de su Muerte y Resurrección acreciente de día en día entre los fieles la vida cristiana y los lleve a dar testimonio de la fe que profesan y celebran en los misterios litúrgicos.



+ Alejandro Goic´ Karmelic´, Obispo de Osorno



Osorno, Julio 1 de 1997

LITURGIA DE COMUNION EN EL DOMICILIO DE UN ENFERMO


APERTURA DE LA CELEBRACION


SALUDO

Cuando el ministro llega donde el enfermo, lo saluda a él y a sus familiares, usando un saludo bíblico.

MINISTRO LAICO

Paz a esta casa y a los que viven en ella.

o bien:

La paz del Señor viene a ti y a todos los aquí presentes.

Luego coloca el Santísimo sobre una mesa y lo adora en silencio durante algunos instantes. Enseguida puede decir una oración apropiada:

Oremos, Señor Jesús, Tú eres nuestra fuerza y nuestra esperanza, y vienes con tu imenso amor a visitar a nuestro (a) hermano (a) quien deseaba recibirte.

Fortalécelo (a) con tu Palabra y tu Eucaristía, y alégralo (a) con tu presencia.

Que encuentre en ti al autor de toda salud, nuestro protector y salvador. Tú que vives y reinas con el Padre y Espíritu Santo Ahora y siempre por los siglos de los siglos

R:. Amén.

ACTO PENITENCIAL

Hermanos, reconozcamos nuestros pecados, para que podamos Participar dignamente en esta sagrada celebración.

Se hace una breve pausa de silencio.

El acto penitencial continúa con una de las siguientes fórmulas:

Formula I

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos, y a vosotros hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

Fórmula II

Tú que nos conseguiste la salvación por medio de tu Misterio Pascual,

Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.

Tú que renuevas siempre, por medio de los sacramentos, las maravillas de tu Pasión, Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.

Tú que nos haces participar de¡ Sacrificio Pascual por la recepción de tu Cuerpo, Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados, y nos lleve a la vida eterna.

Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

Luego, alguno de los presentes o el mismo ministro, puede leer uno de los siguientes textos bíblicos. También puede leer el evangelio del día.

Juan 6, 48 - 51; Juan 6, 54 – 58; Juan 14, 23 – 24; Juan 3, 16 - 21

Después de la lectura siguen unos momentos de silencio. También la persona que lleva la comunión puede comunicar al enfermo la reflexión de la Misa en la que participó.

Enseguida se puede rezar la Oración universal, tomando las intenciones propuestas en la Misa de la comunidad parroquial.

LITURGIA DE LA COMUNION

Luego el ministro, con estas u otras palabras, introduce la recitación del Padre Nuestro:

Ahora hermanos, oremos juntos a Dios nuestro Padre, con la oración que nuestro Señor Jesucristo nos enseño:

PADRE NUESTRO QUE ESTAS EN EL CIELO, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, VENGA A NOSOTROS TU REINO, HÁGASE TU VOLUNTAD, EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO. DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DIA, PERDONA NUESTRAS OFENSAS, COMO TAMBIEN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN.NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION. Y LÍBRANOS DEL MAL.

El ministro, si lo juzga oportuno, puede invitar a todos a expresar el saludo de paz al enfermo y entre ellos.

Luego toma la Hostia consagrada y elevándola un poco dice en voz alta:

ESTE ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO. DICHOSOS LOS INVITADOS A LA CENA DEL SEÑOR

R:. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

El ministro, acercándose al enfermo y teniendo el Sacramento un tanto elevado, dice:

EL CUERPO DE CRISTO.

El enfermo responde:

R:. Amén.

Si otras personas quieren comulgar, reciben a su vez del modo habitual la comunión.

Terminada la distribución de la Eucaristía, el ministro purifica el portaviático, consumiendo los fragmentos de hostias que hayan quedado. Después se guarda unos momentos de silencio.

RITO DE CONCLUSION

El ministro dice una de las siguientes oraciones, precedida de la monición: Oremos:

Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, te suplicamos con fe viva, que el Santísimo Cuerpo de tu Hijo nuestro Señor Jesucristo que nuestro (a) hermano (a) acaba de recibir, le alivie los sufrimientos del cuerpo y del espíritu y le sea remedio eficaz para alcanzar la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

R:. Amén.

Señor, por medio del Misterio Pascual de tu Hijo único llevaste a plenitud la obra de la salvación de los hombres; concede a los que celebramos este sacramento proclamar con fe la Muerte y Resurrección de tu Hijo, y experimentar siempre un aumento de salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.

R:. Amén.

Nos hemos alimentado, Señor con el pan de tu mesa; que este alimento aumente el amor en nuestros corazones y nos mueva a servirte en nuestros hermanos.

R:. Amén.

Finalmente, el ministro si no es sacerdote ni diácono, se signa a sí mismo, diciendo una de las siguientes invocaciones:

EL SEÑOR NOS BENDIGA, NOS GUARDE DE TODO MAL Y NOS CONDUZCA A LA GLORIA DE SU REINO.

R:. Amén.

EL SEÑOR DIOS OMNIPOTENTE, PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTO, NOS BENDIGA Y NOS GUARDE.

R:. Amén



LITURGIA BREVE

Este rito se emplea cuando se reparte la comunión a varios enfermos que permanecen en distintas habitaciones de un mismo edificio, por ejemplo, de un hospital; puede ampliarse, si es el caso, con algunos elementos tomados del rito ordinario.

La celebración puede iniciarse en la Iglesia o capilla, o en la primera habitación. El ministro dice la siguiente antífona u otra apropiada:

iOH SAGRADO BANQUETE EN QUE CRISTO EN NUESTRA COMIDA!

EN EL SE RENUEVA LA MEMORIA DE SU PASION, EL ALMA SE LLENA DE GRACIA Y SE NOS DA UNA PRENDA DE LA GLORIA FUTURA.

O bien:

¡QUE BUENO ES, SEÑOR, TU ESPIRITU PARA DEMOSTRAR A TUS HIJOS TU TERNURA, LES HAS DADO UN PAN DELICIOSO BAJADO DEL CIELO, QUE COLMA DE BIENES A LOS HAMBRIENTOS Y DEJA VACIOS A LOS RICOS HASTIADOS.

A continuación, el ministro acompañado, si es oportuno, por alguna persona que lleve una vela, se acerca a los enfermos y dice, o bien una sola vez a todos los enfermos que se hallan en el mismo aposento o bien a cada uno de los que han de comulgar:

ESTE ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO. DICHOSOS LOS INVITADOS A LA CENA DEL SEÑOR.

Cada uno de los que comulgan dice una sola vez:

R:. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

Y recibe la comunión según el modo habitual. La oración conclusiva como el rito ordinario.

http://www.iglesia.cl/osorno/minextra.htm

El ministro extraordinario de la comunión


Autor: Pedro María Reyes Vizcaíno

De acuerdo con el canon 910 § 1, son ministros ordinarios de la comunión el obispo, el presbítero y el diácono. Además, el Código de Derecho Canónico de 1983 introduce un concepto, novedoso respecto al Código de 1917, y es el de ministro extraordinario.

Esta figura fue introducida con motivo de la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II en 1973, mediante la Instrucción Immensae caritatis de la Sagrada Congregación para la Disciplina de los Sacramentos, de 29 de enero de 1973 (AAS 65 (1973) 265-266). Actualmente está recogida en el canon 910 §2:

canon 910 §2. Es ministro extraordinario de la sagrada comunión el acólito, o también otro fiel designado según el c. 230 § 3.

A su vez, el canon 230 § 3 indica lo siguiente:

canon 230 § 3. Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores, ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada comunión, según las prescripciones del derecho.

Por lo tanto, de modo ordinario pueden administrar la comunión exclusivamente los clérigos indicados. Puede haber ministros extraordinarios de la comunión; para que éstos ejerzan tal función, el derecho requiere dos requisitos:

1º lo aconseje la necesidad de la Iglesia. El canon 230 § 3 habla de necesidad, no de utilidad de otro tipo. A modo de ejemplo sería necesidad que no se pueda atender a todos los fieles que piden la comunión, de modo que la Misa se alargaría excesivamente. Es el caso de peregrinaciones populares, u otras ocasiones similares. No se refiere por lo tanto a otros criterios, como son la mayor solemnidad de la ceremonia, o la celebración particular de un grupo de personas.

2º no haya ministros. No sería el caso previsto, si hay ministros que pueden atender al ministerio de la comunión con cierto incomodo. Sería el caso de las comuniones a los enfermos, o de ordinario las misas parroquiales en que hay sacerdotes en la iglesia.

Acerca de este último requisito, el Consejo Pontificio promulgó una Respuesta auténtica el 1 de junio de 1988. No estaríamos en el caso previsto en estos cánones, si están presentes en la iglesia ministros ordinarios que no estén impedidos, aunque no participen en la celebración eucarística.

El ministro extraordinario debe ser un acólito u otro laico. El acólito está brevemente descrito en el canon 230 § 1. Su mención en el canon 910 no significa que pueda dar la comunión casi como ministro ordinario, sino que, si se cumplen los requisitos previstos, y está presente un acólito, se le debe preferir a otros laicos.

Además, de acuerdo con la Instrucción Immensae caritatis, el laico designado para administrar la comunión puede ser ad tempus o ad actum, o si fuera verdaderamente necesario, de modo estable. La designación la hace el Ordinario, el cual puede delegar en ciertas autoridades.

domingo, 28 de marzo de 2010

¿CRISTO ENTRA A JERUSALÉN TRIUNFANTE?

¿CRISTO ENTRA A JERUSALÉN TRIUNFANTE?
Siempre recordamos la entrada de Jesús a Jerusalén con aclamaciones y cantos del pueblo, elevando ramas de palmas y olivos, para que días después esa misma gente grite que lo crucifiquen. ¿Acaso hoy no pasa algo parecido? La gente se conmueve y aplaude cuando el Santo Padre visita algún país, pero con qué facilidad lo critican, cuando tiene que defender los derechos del hombre, o se cuestiona su autoridad frente a las sanciones aplicadas a obispos y sacerdotes, por problemas morales. También Jesús, el Hijo de Dios, sabía que el pecado estaba en el mundo, y por ello va a Jerusalén a dar su vida por la salvación de ese mundo y el de todos los tiempos. Tiene miedo, como hombre que es, pero también es capaz de aceptar la voluntad de su Padre Dios hasta las últimas consecuencias. Nosotros, los cristianos hoy, tenemos que estar conscientes del pecado, saber convivir con él, pero no dejarnos dominar por él. Al verlo, reconocer que la tentación es grande, pero también está la fuerza de la oración y del amor que Dios nos tiene, para saber decir. ¡No!, y rechazarlo. Así crecemos en gracia, ante Dios y somos más santos ante los demás. No reduzcamos, estos santos días a privarnos de carne y comer pescado, andar preocupados por comprar huevitos de Pascua, donde los niños no entienden nada entre conejos y huevos, desconociendo lo más importante que Jesús nos dejó: el mandamiento del amor, hacer con los demás lo que él hizo con sus discípulos, al lavarles los pies, dejarnos el alimento de vida eterna que es Jesús Sacramentado, y morir en la cruz, para salvarnos del pecado y por ella llevarnos a una gloriosa Resurrección. Felices Fiestas Pascuales,

Atte. Padre Jorge

miércoles, 17 de marzo de 2010

EL PECADO EN EL OTRO…

En el diario vivir, vamos por el mundo navegando entre la gracia y el pecado. Diría más en pecado que en gracia. Porque a cada momento, en todo circunstancia, la tentación a pecar se hace presente, y sin juzgar si es leve o grave, cometemos el pecado. Lo importante es reconocerse pecador, arrepentirse y tratar de no hacerlo nuevamente. En la medida que vamos superando nuestras debilidades, crecemos en gracia y somos más santos. Pero, surge a menudo el juicio crítico y condenatorio del pecado que vemos en el otro, con más facilidad que los propios. Es así como Jesús en el Evangelio de este domingo,(Juan 8,1-11) les dice a esos hombres y también a nosotros: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” El adulterio, según la ley de Moisés, se castigaba apedreando públicamente a la mujer. Hoy día, seguimos apedreando a tantos hombres y mujeres con los cuales vivo, trabajo o estudio. ¿Por qué seremos así? ¿Dónde está mi conciencia para reconocer primero mi pecado antes de juzgar y condenar el los demás? Miremos a Jesús, que no viene a condenar sino a dar a toda la humanidad, hombres y mujeres la oportunidad de empezar una nueva forma de vivir. Así lo hizo con la mujer adúltera. ¿Cuántas veces nos da la oportunidad para empezar una vida más santa, más llena de Dios?
Atte.
Padre Jorge

martes, 16 de marzo de 2010

Benedicto XVI: es necesario volver al confesionario

Es necesario volver al confesionario: lo ha observado Benedicto XVI al hablar a los participantes del curso de formación de la Penitenciaría Apostólica. El contexto cultural hedonista y materialista está desviando el sentido del pecado y del bien y el mal. Los sacerdotes, siguiendo el ejemplo del santo Cura de Ars, deben guiar con valentía a los fieles, dedicarse a las confesiones, instaurar con los penitentes un diálogo de salvación. La certeza de ser amados por Dios, que el sacerdote debe transmitir a los fieles, dijo el Papa, ayuda al hombre a reconocer el propio pecado y a introducirse, progresivamente, en esa estable dinámica de conversión del corazón

El Papa: en el perdón está el corazón misericordioso de Dios

La parábola del hijo pródigo, nos habla de Dios, de cómo conocer su rostro y su corazón. Así lo ha recordado esta mañana Benedicto XVI, antes del rezo mariano del Ángelus en plaza de San Pedro, meditando sobre el Evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma. Desde que Jesús nos ha hablado del Padre misericordioso, las cosas ya no son como antes. Ahora conocemos a Dios: Él es nuestro Padre que por amor nos ha creado libres y dotados de conciencia, que sufre si nos perdemos y celebra nuestro regreso. En la relación del hijo con el padre, ha explicado el Papa, se refleja el camino del hombre en su relación con Dios

Benedicto XVI: sacerdotes por vocación

La vocación del sacerdote es mucho más valiosa en un mundo que se aparta de Dios. Lo ha reafirmado Benedicto XVI, en el discurso dirigido a los 500 participantes al reciente Congreso organizado por la Congregación para el Clero. Hay una gran necesidad de sacerdotes que hablen de Dios al mundo y que presenten a Dios al mundo, dijo el Papa. Los sacerdotes son hombres no sujetos a modas culturales efímeras sino capaces de vivir auténticamente aquella libertad que sólo la certeza de la pertenencia a Dios es capaz de donar. Nuestros límites y nuestras debilidades deben impulsarnos a vivir y a custodiar con profunda fe este valioso regalo, con el que Cristo nos ha configurado a sí

El Papa a los luteranos de Roma: sólo Cristo puede donar la unidad

"Hemos destruido el "nosotros" de la comunidad de los cristianos, hemos dividido el único camino en muchos caminos" y ahora experimentamos el pecado que no nos hace beber del único cáliz, ni estar juntos en el altar, pero hoy estamos aquí para orar juntos al Señor, el único que puede darnos el don de la unidad. Con estas palabras Benedicto XVI concluyó su homilía del domingo, llevada a cabo durante el curso de la liturgia del culto de la comunidad luterana de Roma. Fue invitado a la Christuskirche, la "iglesia de Cristo" de la calle Sicilia en Roma, a 27 años de la visita de Juan Pablo II, la primera de un Papa a una iglesia luterana desde la Reforma de 1517

El Papa invita a los jóvenes a que consideren su vocación

Benedicto XVI invita a los jóvenes a ponerse a la escucha de Dios para descubrir cuál es el diseño que Él ha pensado para sus vidas, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud de este año, que ha sido publicado el lunes 15.

La Jornada Mundial de este año, que lleva por tema “Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” supone un acontecimiento especial, afirma el Papa, al cumplirse el 25° aniversario de la institución de estos encuentros por el Papa Juan Pablo II.

El Pontífice afirma que la iniciativa de su predecesor fue “profética”, subrayando que “ha traído frutos abundantes, permitiendo a las nuevas generaciones cristianas encontrarse, ponerse a la escucha de la Palabra de Dios, descubrir la belleza de la Iglesia y vivir experiencias fuertes de fe que han llevado a muchos a la decisión de entregarse totalmente a Cristo”.

El lema de la Jornada de este año se refiere al episodio evangélico del encuentro de Jesús con el joven rico, tema que ya afrontó Juan Pablo II en 1985 en su primera carta dirigida a los jóvenes.

Proyecto de vida

En el joven del Evangelio, explica Benedicto XVI, “podemos ver una condición muy similar a la de cada uno de vosotros”.
“También vosotros sois ricos en cualidades, en energías, en sueños, en esperanzas: ¡recursos que poseéis en abundancia! – escribe el Papa –. Vuestra propia edad constituye una gran riqueza no solo para vosotros sino también para los demás, para la Iglesia y para el mundo”.

“La etapa de la vida en la que estáis inmersos es tiempo de descubrimiento: de los dones que Dios os ha otorgado y de vuestras responsabilidades”, recuerda, añadiendo que es también el “tiempo de elecciones fundamentales para construir vuestro proyecto de vida”.

“Es el momento, por tanto, de interrogaros sobre el sentido auténtico de la existencia y de preguntaros: ¿Estoy satisfecho con mi vida? ¿Hay algo que me falta?”.

El Papa reconoce que los jóvenes, como el del Evangelio, quizás también viven “situaciones de inestabilidad, de turbación o de sufrimiento”, que les llevan a “aspirar a una vida no mediocre” y a preguntarse “en qué consiste una vida lograda” y cuál podría ser el propio proyecto de vida”, para que ésta “tenga pleno valor y pleno sentido".

“¡No tengáis miedo de afrontar estas preguntas!”, les exhorta. “Lejos de abrumaros, éstas expresan las grandes aspiraciones que están presentes en vuestro corazón”.

Por esto, añadie, “deben ser escuchadas” pues “esperan respuestas no superficiales, sino capaces de satisfacer vuestras auténticas esperanzas de vida y de felicidad”.

“Para descubrir el proyecto de vida que puede haceros plenamente felices, poneos en escucha de Dios, que tiene su diseño de amor sobre cada uno de vosotros”, les aconseja el Papa.

“Con confianza, preguntadle: “Señor, ¿cuál es tu diseño de Creador y Padre sobre mi vida? ¿Cuál es tu voluntad? Yo deseo cumplirla”. Estad seguros de que os responderá. ¡No tengáis miedo a su respuesta!”.

Acoger la vocación

Con motivo del Año Sacerdotal, el Pontífice dedica un pensamiento especial por quien siente una llamada a la vida consagrada.

En este sentido, invita a los jóvenes a “estar atentos a si el Señor os invita a un don más grande, en el camino del Sacerdocio ministerial, y a hacerse disponibles a acoger con generosidad y entusiasmo este signo de especial predilección, emprendiendo con un sacerdote, con el director espiritual el necesario camino de discernimiento”.

La vocación cristiana “brota de una propuesta de amor del Señor y puede realizarse solo gracias a una respuesta de amor”, subraya el Papa .

“¡No tengáis miedo, vosotros, queridos jóvenes y queridas jóvenes, si el Señor os llama a la vida religiosa, monástica, misionera o de especial consagración: Él sabe dar gozo profundo a quien responde con valor!”

De la misma forma, invita a cuantos sienten la llamada al matrimonio “a acogerla con fe, empeñándose en poner bases sólidas para vivir un amor grande, fiel y abierto al don de la vida, que es riqueza y gracia para la sociedad y para la Iglesia”.
En todos estos casos, se trata de responder al proyecto que Dios tiene para cada uno. “A ejemplo de tantos discípulos de Cristo, acoged también vosotros, queridos amigos, con gozo la invitación al seguimiento, para vivir intensamente y con fruto en este mundo”, concluye el Papa. “¡Nunca es demasiado tarde para responderle!

Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Inma Álvarez

- Ver texto completo del mensaje

Fuente: www.zenit.org

Vaticano, 16/03/2010

jueves, 11 de marzo de 2010

Volver a casa… (Lucas 15,11-32)


Volver a casa… (Lucas 15,11-32)

Muchos chilenos a raíz del terremoto y del tsunami, dicen, en forma espontánea, después de lo ocurrido: ¡Gracias a Dios que estamos vivos! ¡Hemos perdido todo, pero puedo abrazar a mis hijos! Los momentos difíciles que han vivido tantos hermanos nuestros, también permiten que se produzca un reencuentro con el Señor. La angustia, el temor, la inseguridad, solo puede superarse por medio de la fe y la esperanza. Esta parábola del hijo pródigo, en cierta medida, nos identifica con ello. Él joven lo tiene todo, no le falta nada, y eso lo hace sentirse poderoso, hasta el extremo de pedir la parte de su herencia y vivir en forma libre e independiente. ¿Cuántas personas hay en el mundo, que, teniendo un poco de seguridad material, se olvidan de un Dios Padre, que les permitió llegar a este mundo, tener salud y trabajo, un mundo de personas que los aman y son amados? Más aún, dicen: ¡Estoy bien! No tengo problemas. ¿Dios? No tengo el gusto de conocerlo, ni me interesa, hay cosas más importantes de que preocuparme. Y así van por la vida, hasta que repentinamente todo se les derrumba, ya sea por causas de la naturaleza, o por errores del hombre. Entonces se acuerdan de Dios, y les dan arrebatos de piedad, asistiendo a misas y rezando rosarios, confiados que el Señor va a escuchar todas sus súplicas. El Señor es paciente y comprende al hombre orgulloso que es pródigo en gastar sin medida, como también es misericordioso para acoger al que se siente la nada misma, reconocerse pecador y volver a ser contado dentro de sus servidores. Cada uno de nosotros debe mirarse y descubrir su propia realidad.
Atte. Padre Jorge

lunes, 8 de marzo de 2010

ENTENDER EL PENSAMIENTO Y EL OBRAR DE DIOS…


ENTENDER EL PENSAMIENTO Y EL OBRAR DE DIOS…

Todos estamos sufriendo en forma directa o indirecta, la tragedia del sismo y de tsunami, que afectó a gran parte del país. En muchos de nosotros surge la pregunta del hombre de poca fe: ¿Por qué Dios nos castiga así? Las palabras dichas por Jesús en el texto del Evangelio de este domingo son muy proféticas para los tiempos que vivimos, (Lucas 13,1-9) Las muertes y desgracias que ocurren no son un castigo divino hacia esas personas por ser más o menos pecadoras que nosotros, sino un llamado a darnos cuenta que todo lo que sucede no está ajeno a la mirada de Dios. Y aunque malo parezca a primera vista, no es necesario pensarlo mucho, ello nos hace reconocer que a causa de ello, nuestro espíritu se conmueve, sufre, y se hace solidario para ayudar al hermano caído y necesitado. Ahora cabe hacerse la pregunta: ¿Somos tan insensibles, autosuficientes, soberbios, pequeños dioses, que tenemos todo, sabemos todo y nos hace muchas veces prescindir de Dios? Parece que sí, y entonces, este Dios Padre, nos hace aterrizar, descubrir que no somos nada sin Él. Podremos creernos dioses, dominadores del mundo, pero somos ídolos con pies de barro, que ante las fuerzas de la naturaleza, sólo podemos decir que se haga la voluntad de Dios. Levantemos nuestros corazones para vivir mejor nuestra fe sabiendo que Dios tiene la esperanza que cambiemos nuestra vida y demos fruto abundante para beneficio de muchos.
Atte.
Padre Jorge

CUARESMA Y CATÁSTROFE NACIONAL


Cuaresma y catástrofe nacional…
Hemos vivido una catástrofe nacional que nos afecta a todos, en formas muy diversas. Lo importante es no quedarnos con la mirada puesta en las personas fallecidas o en lo que está destruido, sino más bien en aquél bombero que está rescatando a un sobreviviente desde un edificio o el grupo de personas que están sacando escombros, para empezar a levantar una nueva construcción. Para ello se necesita colaboración de todos, en hacer las cosas bien. No descargar las responsabilidades en otros, ni abusar de los demás. Esto se nota en la prepotencia que demostramos para exigir y no pedir en las circunstancias que estamos viviendo, siendo que en general, muchos están en situaciones iguales o peores. Surge el afán del acaparamiento, provocando déficit en los supermercados, y angustiando a personas que requieren los mismos productos. ¿Qué nos cuesta ser solidarios? Y nos declaramos cristianos, orando el Padre Nuestro, importando en absoluto el hermano herido o caído. Esta Cuaresma es mucho más que una alcancía. Es desprenderse de lo mucho o poco que tengo para darle a ese hombre o mujer, niño, adulto o anciano, que necesita que yo le mire a los ojos y le dé esperanzas para seguir viviendo en una comunidad de hermanos llamada Chile, donde somos capaces de compartir el mismo pan que Dios nos ha dado, fruto del esfuerzo cotidiano.
Atte.
Padre Jorge

TRANSFIGURARSE PARA CRISTO


Transfigurarse para Cristo…
A lo mejor la palabra transfiguración no la entendemos, pero la aceptamos en esa maravillosa manifestación que hace Jesús a sus discípulos más íntimos, tiempo antes de partir a Jerusalén, para cumplir la voluntad de su Padre Dios. La Cuaresma es un llamado a transfigurarnos en Cristo, es decir, identificarnos con Él para irradiarlo en el ambiente donde vivimos. Cristo sufre no sólo camino a la cruz, sino en todo lo que está hoy en dificultad, física o espiritual. Y nosotros, tenemos que ayudarlo a llevar la cruz. Cristo mira a Zaqueo, a la mujer adúltera y no pasa de largo. Nosotros, debemos sensibilizarnos ante el pecador y hay que darle a conocer la Buena Nueva. Cualquier sacrificio que hagamos, va a servir para que la humanidad sea más santa, partiendo en nuestra familia, trabajo, colegio o universidad. La oración personal nos permitirá entender que quiere el Señor de mí, y se traducirá en conductas donde se conjuga el verbo amar. Esta es la mejor forma de transfigurarse para Cristo, quien necesita hombres y mujeres que cambien el mundo de hoy.
Atte.
Padre Jorge

Historiador judío: Pío XII no fue el "Papa de Hitler"


ROMA, 08 Mar. 10 / 07:12 am (ACI)

El historiador judío nacido en Praga, Saul Friedländer, señala en una reciente entrevista en el semanario Le Point que Pío XII no fue el Papa de Hitler. Asimismo recuerda la aversión del Papa Pacelli por el nazismo y su decisiva colaboración en la encíclica Mit brennender Sorge de Pío XI en la que se deplora este ideología.

Friedländer es ha enseñado historia contemporánea en el Instituto universitario de altos estudios internacionales de Ginebra. Ha trabajado también en las universidades de Los Ángeles (EEUU) y Tel Aviv (Israel). Es autor, entre otros libros de "Hitler y Estados Unidos", "Pío XII y el Tercer Reich" y "Reflexiones sobre el futuro de Israel".

En entrevista concedida al semanario Le Point dada conocer por L’Osservatore Romano, el historiador judíos se refiere al "silencio de Pío XII afirmando que si la Iglesia hubiese alzado su voz, hoy su ‘grandeza’ sería recordada".

LOR señala que ante diversas acusaciones de este tipo, "Friedländer considera que no quiere transformar, como otros han hecho, a Pío XII en el ‘Papa de Hitler’. Recuerda, al contrario, la aversión del Papa Pacelli por el nazismo y su decisiva colaboración en la redacción de la Mit brennender Sorge", la encíclica de Pío XII que condena la ideología nazi

Tres de cuatro alumnos eligen asignatura de religión católica

MADRID, 08 Mar. 10 / 08:26 am (ACI)

La Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis de la Conferencia Episcopal Española (CEE), presentó su informe anual sobre la cantidad de estudiantes que cursan educación religiosa y moral en las escuelas, y que indica que tres de cada cuatro alumnos eligen voluntariamente la asignatura de religión católica.

Según el documento, en el curso 2009-2010, de un total de más de cuatro millones 700 mil alumnos, el 72,1 por ciento, es decir tres millones 430 mil, deciden llevar la materia de religión católica.

"Por tipos de centros, ha aumentado el porcentaje de alumnos que cursan religión en la Escuela Católica (99,5 %). En los de titularidad estatal, la media porcentual entre todas las etapas es del 64,1% y en los de iniciativa social civil, la media se sitúa en el 71 %", explicó la CEE en una nota de prensa.

El Episcopado dijo que los datos son significativos teniendo en cuenta las trabas que la Ley Orgánica de Educación (LOE), pone para que "los alumnos opten en igualdad de oportunidades por la enseñanza de la religión católica en los distintos tramos de enseñanza. Entre ellas destaca la configuración de la asignatura como si fuera una materia marginal y un peso añadido a la carga curricular".

Por ello, los prelados agradecen a los padres y alumnos "la confianza depositada en la Iglesia y en particular reconocen la labor de los profesores de religión que, en medio de tantos obstáculos jurídicos, académicos y sociales, sirven con empeño y entrega a la formación religiosa de sus alumnos".

La Iglesia en Chile llora por templos perdidos

SANTIAGO, 08 Mar. 10 / 12:15 am (ACI)

Según un informe del diario El Mercurio, la Iglesia en Chile lamenta la destrucción total o parcial de tesoros arquitectónicos e históricos a consecuencia del devastador terremoto que sacudió el centro y sur del país el sábado 27 de febrero.

"No hay aún cálculo de cuánto se perdió en el terremoto, pero el daño patrimonial es severo y, en algunos casos, irreparable", escribe Gustavo Villavicencio; quien señala que muchas de las iglesias que hoy presentan daños irreparables ya habían sufrido fuertes impactos en el terremoto de 1985.

Es el caso de la Basílica del Salvador construida en 1892 y considerado uno de los más hermosos de Santiago, que permanecía sin ser restaurado. "El sismo del 27 de febrero fue otra vez implacable y la Basílica sufrió un daño tan brutal, que casi parece una utopía pensar que ahora pueda ser recuperada", dice El Mercurio.

Las antiguas iglesias de la Inmaculada Concepción de La Compañía y San Antonio de Chépica, ambas de la VI Región, se consideran como pérdidas irreparables; mientras que en Santiago, la Basílica del Corazón de María, de estilo renacentista e inaugurada en 1879, sufrió desprendimientos en su interior y la cruz del frontis se vino abajo.

También en la capital, el interior de San Saturnino (1844) está desplomado y el campanario corre riesgo de derrumbe sobre las casas vecinas.

El imponente templo de la Preciosa Sangre (1902) de Santiago sufrió el derrumbe completo de su presbiterio y una trizadura que divide en dos la nave central. También tienen severos daños el Primer Monasterio de la Visitación, la Capilla de Ánimas, San Isidro Labrador y San Antonio de Padua.

En Chépica, el templo de San Antonio, construido en 1824, no pudo resistir la embestida del terremoto; mientras el Obispado de Rancagua "lamenta la pérdida de cerca de 700 de sus capillas", revela la nota.

La Basílica de Lourdes y la Basílica del Perpetuo Socorro, aunque menos antiguas, son consideradas dos joyas artísticas que también han sufrido severos daños; mientras la iglesia de los Jesuitas de 1750, una de las más antiguas del país, ha tiene trozos de estuco desparramados; vigas de doce metros de largo caídas, todas las imágenes del singular barroco alemán-calerano destruida y con la estructura de los muros en malas condiciones

Benedicto XVI envía mensaje a Chile: Pide solidaridad concreta y esperanza



VATICANO, 05 Mar. 10 / 10:30 am (ACI)

El Papa Benedicto XVI envió un mensaje a Mons. Alejandro Goic, Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh) en el que expresa su profundo pesar y solidaridad por las víctimas y los afectados del terremoto del pasado 27 de febrero. En el texto el Santo Padre alienta a esperanza y la solidaridad cristianas para superar esta adversidad.

El texto señala que "hondamente apenado por la dolorosa noticia del seísmo que ha ocasionado numerosas víctimas, heridos y cuantiosos daños materiales, ofrezco sufragios por el eterno descanso de los fallecidos y elevo fervientes plegarias al Señor, para que conceda su consuelo a los afectados por tan enorme desgracia e inspire en todos sentimientos de esperanza cristiana y de solidaridad fraterna para superar la adversidad".

Benedicto XVI también alienta a "las comunidades eclesiales, instituciones civiles y personas de buena voluntad, para que, en estos difíciles momentos, presten eficaz ayuda, con espíritu generoso y solícita caridad".

Finalmente el mensaje del Santo Padre señala que "con estos sentimientos, e invocando la protección de Nuestra Señora del Carmen, imparto de corazón la confortadora Bendición Apostólica, como signo de afecto al amado pueblo chileno".

lunes, 22 de febrero de 2010

Cristo esta en el joven tambien


CRISTO ESTÁ EN EL JOVEN TAMBIÉN…

Con que facilidad los adultos criticamos a los jóvenes por la forma de vestir, su irresponsabilidad permanente, el libertinaje que acompaña sus vidas, bebiendo en forma desmedida, conduciendo velozmente sin importar a quienes lleva consigo y menos los que están afuera. Las noticias de jóvenes trágicamente fallecidos, es tan normal, que no nos afecta, a no ser que sea un miembro de nuestras familias o un amigo. En todos ellos, está Cristo, con todo su ímpetu juvenil, lleno de ideales, que muchas veces, nosotros los adultos, no le damos los espacios para que puedan ser hombres y mujeres en plenitud. Tantos jóvenes que deambulan por la vida con sus primeras frustraciones al no haber terminado su enseñanza media, tener una profesión y no encontrar trabajo. Querer tener estudios superiores y no contar con los medios necesarios. Todos ellos necesitan de nuestro espíritu solidario, saber escucharlos, compartir, darles facilidades, confiar, y ahora en esta Cuaresma privarnos de algunos placeres de nuestro diario vivir, para permitir una ayuda a ellos en un mejor porvenir. Ese es el llamado que nos hace Cristo joven en el mundo de hoy. ¡Qué mundo estamos dejando a nuestros hijos! Tratemos que sea mejor a como nosotros lo encontramos.
Atte.

Padre Jorge Correa

sábado, 13 de febrero de 2010

San Valentin



ACI

Según los escritos de Butler, San Valentín fue un santo sacerdote, quien con San Mario, y su familia socorría a los mártires de la persecución de Claudio II. Fue aprehendido y enviado por el emperador al prefecto de Roma, quien al ver que todas sus promesas para hacerlo renunciar a su fe eran ineficaces mandó a que lo golpearan con mazas y después lo decapitara. Esto tuvo lugar el 14 de febrero del año 270. Parece que fue el Papa Julio I quien hizo construir in iglesia cerca de Ponte Mole en memoria del mártir. La mayor parte de sus reliquias están ahora en la iglesia de Santa Praxedes.

Ahora bien, la costumbre sajona de que los jóvenes y las doncellas se escogieran como prometidos en este día, probablemente se basa en la creencia popular que encontramos relatada en la literatura desde los tiempos de Chaucer, de que los pájaros comenzaban a formar parejas el día de San Valentín.

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"Así pues, todo el que oiga estas Palabras Mías y las ponga en práctica, SERÁ COMO EL HOMBRE PRUDENTE QUE EDIFICO SU CASA SOBRE ROCA: CAYO LA LLUVIA, VINIERON LOS TORRENTES, SOPLARON LOS VIENTOS, Y ENVISTIERON CONTRA AQUELLA CASA; PERO ELLA NO CAYO, PORQUE ESTABA CIMENTADA SOBRE ROCA." Mateo 7:24-25 Por casi 2000 años las lluvias y los vientos de enemigos y herejías han ciertamente azotado contra la Iglesia que Cristo fundó. Sin embargo, Su Iglesia está firmemente anclada en Roca y ha soportado la peor de estas Tormentas.
"Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y SOBRE ESTA PIEDRA EDIFICARE YO MI IGLESIA..." Mateo 16:18

En Mateo 16:18, está correcto decir que Jesús habría dicho "Tú eres 'Kepha', y sobre esta 'Kepha' construiré Mi Iglesia." En Griego, se traduciría como: "Tú eres 'Petros' y sobre esta 'Petra' construiré Mi Iglesia." Fue la traducción de la palabra Aramea "Kepha" (Cefas) al idioma Griego lo que causó la confusión entre algunos que miran a Pedro como que no fue llamado "roca", sino una "piedrecilla", intentando con esto negar su Primacía. Mateo 16:13, 18, Juan 1:42, 1Corintios 1:12, 3:22, 9:5, 15:5, Gálatas 2:8-9.

Ignacio de Antioquía,Padre Apostólico discípulo del apóstol Juán y Pablo (Saulo de Tarso) recibio la consagracion Episcopal en la Sede de Antioquia de los Santos Apostoles Pedro y Pablo. Da en el año 110 d. de C el testimonio más antiguo de este nombre: "Por doquier aparezca el obispo, ahí esté el pueblo; lo mismo que donde quiera que Jesucristo está también está la Iglesia Católica"(Carta a los Esmirniotas 8:2).
En los tres primeros siglos de la Iglesia los cristianos decían "cristiano es mi nombre, católico mi sobrenombre".